Rohan es un hombre de mirada amable. Encerrado en su cubículo que hace las veces de sastrería y casa, saca brillo a su máquina de coser de tanto usarla.
El oficio le vino dado, pues en esa misma casa su padre le enseñó a coser, y a crear.
Hoy Rohan vive con su esposa Surekha y sus tres hijos. Dos niñas y un niño.
Mientras converso con el, unos ojos enormes me miran descarados por debajo de la mesa.
Tan solo un tabique de apenas un metro separa la sastrería de la cama de Rohan.
Al otro lado del muro empieza su casa, una única habitación donde se amontonan ropas, pucheros y una vieja cama con cabezal de hierro.
Las hijas de Rohan van al colegio. El no quiere que se dediquen al negocio familiar. Prefiere darles una vida mejor y mas digna.
Surekha la esposa, se atusa el pelo con disimulo manteniendo una distancia prudencial. Su recatado vestuario contrasta con las fotos que cuelgan de las paredes. en las que atrevidas modelos lucen Saris de llamativos colores, al estilo Bolliwood.
Las hijas de Rohan tienen la misma mirada amable que su padre, pero con mas desparpajo.
Rohan hoy está cansado, ayer se le hizo tarde mientras veía la final del mundo de Cricket. India ganó contra Sri Lanka, y había que celebrarlo.
Por eso hoy no podré recoger mi pantalón, mañana estará seguro, me dice al tiempo que me ofrece una silla para que me siente un rato a pasar el tiempo.
El mismo tiempo que Rohel ve pasar cada día desde su cubículo de cemento de la calle Y.B Road de Mungod.