Cosas de Niños

Siempre se ha dicho, los niños con los niños y  es que, el Alzheimer parece que es eso, volver a ser un niño.

Ayer fue otro intenso día en el centro de Benicadell. Los alumnos llegaron puntualmente a su cita dispuestos a otro largo día de trabajo. Hoy tocaba hacer un mural nuevo, para recibir al Verano. Tras una larga discusión entre varios de los alumnos, llegaron a la conclusión de que  la próxima estación en llegar era el Verano. Hubo algunas dudas entre el Otoño y el Invierno, pero finalmente llegaron a la conclusión de que dado el calor debía de ser Verano. Es lo que tiene el Alzheimer traicionero, que se incrusta entre los pensamientos haciéndote creer las cosas mas increíbles.

 

Así me lo contaba el hijo de Angelita. “Mi madre comenzó a engañarnos, ese fue el primer síntoma. Nunca antes lo había hecho, así que supimos que algo pasaba.

Se le quemaba la comida porque olvidaba que la estaba haciendo y luego escondía las huellas del incidente. Y así un día y otro. Compraba pan y mas pan y llenaba el frigorífico de pan. Y cosas así. “

Pobre Angelita, con lo alegre que es, se intuye fue una gran mujer. Todavía mantiene intacta su energía y se arranca a bailar a ritmo de paso doble.

Sin embargo para sus hijos, es el golpe mas incomprensible de sus vidas. Saben que su madre no es su madre cuando hace cosas extrañas. Saben que ese Diablo de Alzheimer puede mas que ella y la domina. Pero aunque lo saben es duro…muy duro. Es duro no poder explicarle las cosas porque al minuto siguiente ya las ha olvidado. Es duro cuando les riñe porque ellos saben que si fuera consciente les estaría eternamente agradecida, pero sigue siendo duro. No hay un manual de instrucciones para esta enfermedad. Al menos los hijos de Angelita tienen el apoyo del centro de día. Saben que sin el, su vida sería imposible y la calidad de vida de su madre empeoraría a pasos agigantados.

 

Ayer por la tarde reinaba el silencio en el centro. Algunos pintaban, otros colocaban bolas de colores o encajaban letras en moldes. Parecían ensimismados en sus tareas, casi inertes. De pronto una niña rubia cruzó la puerta del comedor, con una enorme flor de papel en la mano. Con sus ojos de intenso azul miro un momento a todos los allí presentes hasta que diviso a su bisabuela Pepa. Entonces corrió hacia ella y brinco  por encima de la silla de ruedas hasta llegar a su regazo.

Como si de Blancanieves en el cuento de los enanitos se tratara, la pequeña saludó a todos y cada uno de los allí presentes, sacándolos milagrosamente de su eterno letargo.  Por primera vez, contemple abiertos los ojos de algunos y escuche sus voces antes siempre ahogadas. Milagro !!!!

Los que raramente  andan se levantaron. La señora que repite letanías imposibles rompió su repertorio con un «¡Pero que bonica es la niña!!»

Y como hacen siempre los niños se enseñaron los juguetes y empezaron a jugar. “Que la roja, no la verde, que si es mío, que no… mío… y riñeron y se perdonaron y se besaron… en fin cosas de niños. Eso si, no se equivoquen porque no son niños, estas personas siguen siendo adultos con una vida, un pasado y una personalidad que puede sentirse herida si los tratas como niños. 

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