Las manos que dan vida a «La Comparsa».

Un día y diez horas faltan tan solo para que la ciudad de Pamplona se tiña de blanco y rojo, de vino y fiesta.
Tras semanas de intenso trabajo todo parece estar listo. El vallado, los escenarios, las barracas, la tómbola, incluso los toros parece que ya descansan en los corrales del gas.
Las calles del centro de la ciudad son ya un hervidero de gente que baila a ritmo de “batucada”. Los primeros turistas ya se perciben y algunos, los mas ávidos de fiesta ya guardan su sitio en los jardines de la Plaza del Castillo litrona en mano.
A unos metros de allí, ajenos al bullicio se encuentran los que serán personajes indispensables de los Sanfermines “La Comparsa de Gigantes y Cabezudos”.
Allí están majestuosos los gigantes. Ya lucen sus mejores galas, tan sólo les faltan los accesorios para ser los de siempre. Unos toques de pintura en la mejilla para el Rey Asiático, unas puntadas a la capa de la Reina Africana…
Mari Ganuza (presidente de la comparsa) me recibe confeccionando una verga.
_-¿Que tal maja, ya estás por aquí?
Mientras me cuenta las dificultades de sacar a la Comparsa adelante no deja de tejer la malla roja que recubrirá la verga.
-Cada vez es mas difícil encontrar el material adecuado. Antes las hacíamos con otro tipo de cuerda pero dejaron de comercializarlo y el que utilizamos ahora también ha dejado de fabricarse. Se lamenta.
A unos metros, dos zaldikos yacen en el suelo. Varios miembros de la comparsa cual cirujanos los lijan cuidadosamente.
Cara Vinagre, Napoleón, Barbas, casi todos están ya listos. Los mas pequeños de la comparsa no pueden dejar de mirarlos, de jugar a imitarlos. Demasiado tiempo esperando, soñando con volver a verlos.

Es la hora. Encaramadas a dos altísimas escaleras Arantza, Marian y Ainhoa enhebran sus agujas para colocar el velo a la Reina Europea. Una hora de puntadas haciendo equilibrio desde las alturas.
-Lo difícil no es coser, es descoserlo después de las fiestas. Comenta Arantza.Se hace tarde y algunos piden bocadillos. Queda mucha faena todavía y la noche será larga. En un rato Mari colocará las flores a la Reina Europea, un momento emotivo para la comparsa, me comentan, que significará que están ya listos para desfilar por las calles de Pamplona y entregarse a sus gentes. Me encantaría presenciarlo pero decido marcharme. Siento que debo hacerlo, siento que debo dejar que vivan esos instantes en intimidad.

No podríamos imaginar unos Sanfermines sin Gigantes, Cabezudos, Zaldikos o Kilikis. Lo que seguramente nadie imagina, es el inmenso trabajo que realizan los integrantes de la comparsa, unos cuarenta, sin contar a los músicos que los acompañan. Manos generosas que entregan su tiempo libre por amor al arte y que miman con absoluta devoción a cada figura para que pequeños y mayores podamos disfrutar cada San Fermín de estos personajes tan entrañables.

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