Luce el sol en la ciudad que lleva días sin dormir. La huella de ‘Sandy’ sigue latente en el transporte público, en la falta de gasolina o en los numerosos problemas que vendrán cuando se solventen las necesidades primarias.
Pero hoy no era un día cualquiera. Hoy debía celebrarse la Maratón más emblemática del mundo. Un día soñado para las más de 37.000 personas que, tras prepararse durante años para correr los 42 kilómetros de su vida, habían llegado desde todos los rincones del planeta. Porque más allá de una prueba deportiva, la Maratón de Nueva York es un cóctel de emociones, retos y superación humana. Sin conocerse de nada, quienes participan en ella se unen para sentir que sí se puede; para defender que la vida no entiende de edades, color de piel o posición social; que los límites se los pone uno mismo y pueden superarse con esfuerzo y dedicación; que no importa lo que uno deja atrás, sino seguir corriendo hacia adelante.
Pese a ser una de las semanas mas fructíferas económicamente para la ciudad por la afluencia masiva de turistas, tanto de participantes como de acompañantes, la organización de la carrera siempre se ha esforzado por mostrar su carácter solidario, ofreciendo a los corredores la posibilidad de realizar donaciones económicas y materiales a diversas organizaciones que promueven proyectos de gran calado social.
Hoy es un día triste para los maratonianos. No entienden el cambio de planes. No comprenden como al día siguiente del huracán, con un estado devastado y sumergido en agua, con 22 muertos y cortes de luz en los cinco distritos, con la ciudad paralizada sin transporte público ni gasolina, con gente abandonada a su suerte en lugares recónditos de Staten Island o Rockaway, un convencido Michael Bloomberg, alcalde de la ‘Gran Manzana’, decía: “Seguiremos adelante con la Maratón.”.
El jueves, corredores de los cinco continentes se revolvían inquietos frente al televisor, incrédulos y a la vez contentos de que el sueño seguía su camino. Aliviados por salir de la incertidumbre, corrían al aeropuerto a cambiar los vuelos o a conseguir de nuevo la plaza de hotel que habían cancelado. Sin embargo, cuando finalmente aterrizaron en la ciudad y las cosas volvieron a la normalidad, al menos en las zonas por las que transcurre el recorrido, les anunciaron la suspensión definitiva de la Maratón.
“Entendemos y nos solidarizamos con los afectados del huracán. Tenemos corazón, pero no comprendemos que hayan jugado con nosotros. Si desde el principio la hubieran cancelado, nos habría parecido lógico. Si nos hubieran hecho pagar a cada uno de los participantes 100 dólares más para donarlos a los afectados por ‘Sandy’, lo habríamos hecho encantadísimos. Y se habrían recaudado casi cuatro millones de dólares”, critica un grupo de italianos, que alentados por las palabras de Bloomberg, retomaron sus planes de viajar a Nueva York el día después que el huracán arrasara parte de la ciudad.
Las razones de la suspensión no están nada claras. La organización aseguró que la celebración de la carrera no mermaría los recursos destinados a los damnificados por la tragedia. Pero la controversia y la polémica suscitadas en torno a este tema hicieron que el viernes por la tarde se hiciera oficial lo que muchos temían: que no habría Maratón.
¿Acaso nadie asesoró a Bloomberg el día en que afirmó rotundamente que se celebraría la carrera?
Con todas estas dudas, los participantes se sienten manipulados y engañados. ¿Fue una razón económica anunciar que la Maratón seguiría adelante para que los miles de participantes llegaran a la ciudad y el lobby hotelero no sufriera pérdidas irreparables?
¿Se trató de una maniobra política a cuatro días de las elecciones?
Cuando son las 10 de la mañana de su día mas soñado, Paolo y Sabina preparan una bolsa con objetos para donar. Los trajeron en su equipaje de mano desde Turín (Italia). Hoy los depositarán en uno de los numerosos centros de voluntarios que estos días trabajan sin descanso para ayudar a los afectados por ‘Sandy’.
“Nos da mucha pena lo que ha pasado, entendemos la desesperación de la gente y es legítimo que no quieran que tenga lugar la Maratón. Lo que rechazamos es que jugaran con nosotros de esa manera”, denuncian.
Los inscritos tendrán la oportunidad de correr con el mismo dorsal durante los próximos cinco años. Eso sí, pagando nuevamente por participar. A pesar de todo, Paolo y Sabina sonríen con sus dorsales en la mano. Saben que será difícil repetir este viaje que prepararon con tanto esfuerzo y cariño.
En su cabeza, como en la de todos los que vivimos esta catástrofe, rondan muchas preguntas sin respuesta. Las mismas que se hacen las miles de personas que todavía permanecen sin agua ni luz, o los ciudadanos que llevan días haciendo cola en las gasolineras del país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Respuestas que esconden cuestiones políticas, que buscan manipular a la población poco antes de los comicios. Como siempre, algunos prefieren seguir aprovechándose de la miseria de los más débiles.
Sabina Vittori, Kristopher Casati y Paolo Alde, muestran los dorsales con los que hubieran corrido la maratón.
no es extraño que se manipule a la población, una vez más quienes mueven los hilos los mueven a su antojo sin poder hacer nada, tan solo queda el derecho a la pataleta. Gracias Maite por tus historias contadas de primera mano, palabras que nos acercan a cualquier realidad que tocas.