Scouts…Nueva York…chicos… una vez…

Miguel tiene cara de niño bueno, siempre atento a todo lo que le rodea.

Recuerdo que el primer día que llegué al centro de Día de Benicadell para enfermos de Alzheimer, las educadoras me introdujeron ante la clase.

“Esta chica viene desde Nueva York” _ dijeron de mi.

Desde ese instante, noté que Miguel comenzó a mirarme con disimulo por el rabillo del ojo. Volví a ver a Miguel todos los días. Unos dibujando pausadamente, otros obediente en las clases de gimnasia, o pensando solitario en el banco del patio. Siempre callado, con la mirada perdida.

Una mañana lo encontré con su grupo dibujando. Preparaban un cartel para decorar la recepción del centro con un eslogan que decía «Verano».

Me acerque a su mesa y de pronto dejó de pintar. Me miró como todos los días, de reojo y cuando ya me marchaba me dijo…

-Nueva York…chicos…Scouts…yo…una vez…

Luego se quedó callado mirándome. De sus ojos salía una pena profunda. Mantuve la mirada intentando ayudarle a recuperar las palabras perdidas, pero no hubo forma.Bajó la cabeza y se mantuvo callado un rato. Un instante después me dijo…

-Me da pena, me da mucha pena.

¿Que es lo que le da pena? Le contesté.

 -Me da pena por ti, que tengas que estar así, esperando.

Nunca mas en los días que pasé en el centro volvió a intentar hablarme. Cuando nos encontrabamos se limitaba tan solo a saludarme muy educado.

Uno de los días estando en la clase de gimnasia, una de las cuidadoras entró en la sala en compañía de un señor al que anunció  como, el sacerdote. Miguel se levantó con templanza al verlo y le dio la mano. El sacerdote lo saludó efusivo y le tendió el Cáliz. Comenzó la eucaristía y con ella Miguel a recitar todos los salmos  y oraciones . Parecía estar viendo a otra persona. Con delicadeza sujetaba el Cáliz ayudando diligente al sacerdote . Era como si hubiera vuelto a la vida. Cuando pregunté por tan sorprendente reacción me contaron que Miguel fue sacerdote. Durante años, fue párroco de Benimarfull, Alquería y Benamer, así como profesor de religión en Valencia.

Pero lo que remarcaban sus feligreses era su calidad humana. Miguel se desvivía por los jóvenes. Creo varios grupos de Scouts con los que organizaba juegos, grupos de trabajo, bibliotecas, teatro, cine, entre otras cosas. Prueba de su generosidad son las numerosas visitas que recibe de todos los pueblos de la comarca.

Miguel era un referente para los jóvenes, hasta que un día un demonio llamado Alzheimer se instaló en su cabeza para robarle hasta lo mas sagrado.

Y es que, el Alzheimer no entiende de bondad, ni de religión ni de calidad humana.

Quise explicar a Miguel que le entendía, que entendía lo que quería decirme, pero desistí en mi idea, porque si lo pensaba bien…¿a quien le sirve que le digan que le entienden…si lo que uno de verdad quiere, es decirlo con su propia voz, contarlo con sus propias palabras?

Palabras que aquel día Miguel trataba de encontrar con esfuerzo, mientras su mirada se tornaba en la de un niño de 67 años, avergonzado por no saberse la lección de su propia vida.

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